El profe no me tiene manía

Hoy es el día internacional de l@s profesor@s y yo tengo muy buenos recuerdos de los míos, así que me parecía algo bonito escribir un poco sobre ellos (no siempre voy a entrar aquí a quejarme).

No se si le pasará a todo el mundo pero yo me acuerdo hasta del nombre de mi profesora de parvulario, la señorita Conchín, que ahora mismo tendrá unos 70 años.

También recuerdo a las dos profesoras de primaria, Doña Genoveva y Doña Ana. La primera de ella era muy peculiar. Ya cuando yo era niña, ella era muy mayor, y resolvía los conflictos de clase dando caramelos, y claro, conmigo tenía un problema porque yo era diabética, así que no tuvo más remedio que empezar a comprar caramelos sin azúcar. ¡Qué mujer!

Doña Ana fue como mi segunda madre en primaria. Por circunstancias de la vida y el destino, su hijo murió de una enfermedad grave, y a mi me prestaba muchísima atención, por si las moscas. El caso de su hijo y el mío estaban como de la luna a la tierra, pero bajo su criterio, más vale prevenir que curar.

Luego llegamos a secundaria y los profesores se multiplicaron: Doña Maribel, Don Camilo (el primer profesor de inglés de toda mi vida), Don Antoni (el profesor de valenciano), Doña Amparo... Pero sin duda, del que guardo mejor recuerdo fue Don Daniel, mi profe de historia.

Como me quería ese hombre... ¡Era como mi abuelo!
Cuando me dio clase, estaba a punto de jubilarse. De hecho, su último año de colegio le dio un iptus, y nos dio a todos un susto tremendo. Pero es que de verdad era muy mayor. De hecho, algo muy curioso es que en sus comienzos como profesor le daba clase a mi padre, y 30 años después me dio clase a mi. Y aún aguantó un poquito más y le dio clase a mi hermana también.

En alguna ocasión me hizo pasar mucha vergüenza, porque me decía delante de quién fuera, daba igual el momento y el lugar, que era la niña más encantadora y más guapa del colegio, siempre después de su hija, claro estaba (que fuera de contexto puede quedar raro, pero de verdad que no, era un hombre genial).

Era mi profesor preferido.

Luego en el instituto tuve muchísimos más, algunos muy bohemios (lo que hoy en día llamarían "perro flautas"), otros muy excéntricos (lo que hoy en día llamarían "Sheldon Cooper") y algunos muy cabrones (de estos hay en todas las épocas).

La verdad que yo siempre he sido buena estudiante. De esas que tan apenas repasando un poco la lección sacaban sobresalientes. Nunca jamás salió de mi boca "papá, este profesor me tiene manía". Jamás... hasta que llegué a la universidad.

Pero es que de verdad, papá, que si me costó tanto aprobar esa asignatura era porque el profe me tenía manía. Y no son imaginaciones mías. Tengo pruebas. Pero de eso hablaremos otro día, porque hoy este post va dedicado a mis buenos profesor@s.

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